Había una vez, en una ciudad llena de edificios altos y calles bulliciosas, un pequeño cuy llamado Mateo. Mateo no era un cuy común; tenía un talento especial para hornear las galletas de la suerte más crujientes y deliciosas de toda la ciudad. Soñaba con compartir su tesoro con todos sus amigos.
Un día, mientras probaba una galleta, Mateo tuvo una gran idea. Cerró los ojos y vio una visión: un puesto de mercado lleno de galletas doradas, con una larga fila de personas sonrientes esperando su turno. ¡Esa era su visión!
Para hacer realidad su visión, Mateo sabía que necesitaba algo de dinero. No dinero para gastar, ¡sino para invertir! Decidió que, en lugar de gastar sus monedas en dulces, las guardaría en una alcancía con forma de cerdito. Así, sus ahorros crecerían día a día.
Con sus ahorros creciendo, Mateo buscó al sabio Don Fernando, un gato anciano y respetado que vivía en la biblioteca. "Don Fernando," preguntó Mateo, "tengo una visión y algunos ahorros, ¿qué más necesito?" El gato parpadeó y respondió: "Necesitas una estrategia. No puedes simplemente vender; debes pensar en cómo lo harás."
Don Fernando continuó: "Tu estrategia debe tener claridad. ¿Qué hace que tus galletas sean especiales? ¿A quién se las venderás? ¿Y dónde?" Mateo pensó mucho. Sus galletas eran especiales porque tenían mensajes de buena suerte. Y las vendería a las personas que más las necesitaran, ¡los que querían un poco de alegría!
Siguiendo el consejo de Don Fernando, Mateo buscó el ambiente correcto. Encontró un parque cerca de la fuente, donde todas las personas se reunían para descansar. Era el lugar perfecto para su puesto.
Justo cuando estaba por empezar, un perro amigable llamado Lucas se acercó. "¡Qué buena idea, Mateo! ¿Necesitas ayuda?" Mateo sonrió. ¡Había encontrado a la persona correcta! Lucas lo ayudó a construir un pequeño y hermoso puesto con cartón y cintas de colores.
El puesto de Mateo fue un éxito. Un día, un panadero amable, que era su cliente más fiel, le ofreció un frasco de chispas de chocolate. "Toma, Mateo," dijo el panadero, "como un favor por tus deliciosas galletas." Mateo usó las chispas para hacer sus galletas aún más especiales.
Con su visión, sus ahorros, su estrategia, su claridad, el ambiente correcto, las personas correctas y un favor especial, el negocio de Mateo floreció. Las personas de la ciudad hacían fila para sus galletas, y él se sentía muy feliz.
Mateo miró a su alrededor y sonrió. No solo había vendido galletas, sino que había aprendido que el emprendimiento es como un árbol. Necesita una semilla (la visión), agua (el dinero), un buen suelo (el ambiente), luz (la claridad) y la ayuda de otros árboles (las personas correctas). Y con sabiduría y estrategia, ¡puede crecer hasta el cielo!
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El Gran Emprendimiento de Mateo